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En las publicaciones de arquitectura resulta habitual el término “arquitectura sin arquitectos” para definir a las construcciones castreñas. Los habitantes de los castros desconocían los libros de Vitruvio, pero sabían que de los fosos o alrededores se podrían obtener las piedras para levantar sus cabañas. También elegirían un modelo específico para dar forma a sus cabañas, al igual que los castros, el círculo. Esta elección no es fruto del azar, detrás de ella hay toda una forma de entender el mundo. Otro rasgo importante en sus construcciones que nos puede demandar nuestra atención era su individualismo. No hay muros compartidos o casas pareadas, cada familia tiene un espacio propio. Por ejemplo, la denominada “casa del jefe” de Castrolandín. Es un recinto compuesto por dos cabañas, una de ellas la vivienda destinada a la cocina y el descanso, y la otra como el almacén. En medio de estas dos tendríamos un reducido patio delimitado por un pequeño murete para realizar todo tipo de trabajos domésticos. Incluso, en medio de este patio tenemos unas escaleras para subir a la parte alta, destinada al basurero de la casa. Santa Trega requiere de una visión más amplia del concepto familia. En este castro considerado una ciudad amurallada, la casa castreña está formada por dos o tres viviendas con vestíbulo alrededor de un patio empedrado, junto con otro número parecido de cabañas consideradas almacenes. El único contacto con el exterior sería una pequeña puerta porque el resto del recinto estaría cerrado por un muro. Esto nos sugiere la necesidad de privacidad por parte de los moradores de esta casa. Además del patio empedrado, el verdadero punto neurálgico de estas casas es el hogar. El calor desprendido por una pequeña lumbre era fundamental para soportar las frías noches de invierno, acompañadas con una buena sopa de bellotas en el estómago. Aparte de los hogares, también encontramos en el interior de las casas unos pequeños bancos de piedras pegados a los muros. Lo más interesante del interior de la casa está reservado para los arqueólogos. Tienen el privilegio de excavar de principio a fin una vivienda y comprobar una sucesión de hogares con sus respectivos suelos de uso. Para que nos entendamos, los castreños no tienen la misma cultura de limpieza que nosotros. No sabemos la razón exacta, si es por motivos de la llegada de una nueva familia a la cabaña o la muerte del jefe de la familia; pero cada cierto tiempo el suelo de uso y su correspondiente hogar se tapa con toda la basura que encuentran a su alrededor y vuelven a crear otro suelo a base usualmente de tierra apisonada con su elemento central, el hogar. |