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Seguro que sorprende pensar que en los castros ya había saunas. Eso fue lo que les pasó a los investigadores cuando a principios del siglo pasado localizaron en los castros del norte de Portugal unos edificios que no sabían cómo interpretar. Tenían planta rectangular, pero rematados en ábside, donde se hallaba un horno. Tenían un gran tamaño, frente a las modestas casas castreñas. Estaban divididos internamente en estancias contiguas y todo parecía indicar que la cubierta fuera realizada en piedra.
A estos ejemplos vinieron a sumarse más tarde otros casos en el norte de Galicia y sobre todo de Asturias. Las interpretaciones fueron de lo más variopintas: horno cerámico, de pan o metalúrgico, surgían como hipótesis más viables. Aunque tampoco se descartaba que fueran edificios funerarios con horno crematorio, dado su carácter diferenciado y monumental.
Hasta que a mediados de siglo parece que se dio con la clave al sugerir su parecido con las termas romanas. Esta similitud sirvió para encajar las piezas del puzzle: canalizaciones, horno, depósitos de agua, diferentes salas; pero no quiere decir que estos edificios sean termas romanas propiamente. Los diferentes hallazgos han confirmado su construcción en época anterior, hacia el siglo IV antes de Cristo, aunque luego durante las fases de ocupación romana sufrieran modificaciones y adaptaciones a los nuevos usos e incluso se construyeron baños nuevos.
El funcionamiento de las saunas castreñas sería muy sencillo, aunque con ligeras variaciones de un caso o a otro. Las estancias se identifican con salas según la temperatura: adro o acceso (zona fría), antecámara (zona templada) y cámara principal (sala de vaporización). El horno estaría comunicado por un vano con la sala principal; así calentaría el agua, almacenada en una pileta continua, o bien vertida directamente sobre piedras calientes, de modo que el vapor de agua inundaría esta sala.
Más controvertida es la comunicación de la sala principal a la antecámara, separadas por una gran losa de piedra, que en Portugal aparece siempre con una abundante decoración hacia el lado de la antecámara, son las Pedras Formosas. En los castros situados más al norte no se ha identificado esta gran losa, pero sí se atestigua la ranura en la que iría encajada. Su factura y tamaño parece indicar que sería un elemento fijo, el acceso a la cámara debería hacerse, entonces, por el único hueco que estas piedras tienen en su parte inferior, un hueco semicircular en la parte más baja que obligaría a pasar tumbados.
Todas estas características que hemos ido viendo, reforzadas por la presencia de las Pedras Formosas hacen pensar que no estamos ante unos baños públicos cualquiera. La hipótesis más probable es que estarían reservados a un grupo, los guerreros, y ligados a un ritual, el paso de adolescente a hombre.
A pesar de todo lo dicho hay que tener en cuenta que las saunas castreñas presentan unas diferencias regionales muy marcadas entre la zona portuguesa y los castros asturianos y del norte de Galicia. Pero esta cuestión ya merece otro apartado… |