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Nos seduce la idea de presentar de forma sintética los antecedentes que ocasionaron la llegada de la Edad del Hierro, hace 2.800 años. Puede resultar atrevido, pero hoy en día es posible comparar la crisis inmobiliaria actual con la crisis que ocasionó la disolución de la Edad del Bronce, y por lo tanto, el comienzo de la Edad del Hierro que supone el punto de partida de la Cultura Castreña.
Pues bien, en ambos casos hay una sobrevaloración de un objeto en un escenario internacional. El bronce no era una aleación de metal fácil de conseguir ya que eran necesarios el cobre y el estaño. Dos minerales bastante escasos que obligan al desarrollo de unas fuertes relaciones comerciales entre la Europa Atlántica. No sabemos quién es el primero en percatarse de esta sobrevaloración del bronce, pero al igual que está sucediendo con la burbuja inmobiliaria, empieza una crisis brutal en la que aparece un nuevo competidor: el hierro. La adopción del hierro es progresiva. Los primeros objetos del hierro aparecen con formas de objetos de la Edad del Bronce, 800 años antes del nacimiento de Cristo. Siguiendo con nuestra metáfora, de la crisis de la economía “especulativa” nacerá otra “productiva”, siendo el hierro el metal fundamental de las herramientas de trabajo agrícola en un momento de cambio climático. Así pues, la Cultura Castreña comienza con pequeñas comunidades de campesinos asentadas en castros situados en zonas altas, ejemplo de Castro Sebil (Cuntis), que deciden concentrarse en la producción agrícola, creando una serie de utensilios de hierro para trabajar el campo. Algunos autores, quizás de forma genérica, hablan de que estas sociedades serían igualitarias en sus relaciones sociales. Este modelo de poblamiento castreño en pequeñas comunidades predomina alrededor de trescientos años hasta la llegada del siglo V antes de Cristo. A partir de este momento los excedentes de producción ocasionan un crecimiento demográfico, y a su vez, la extensión de las zonas de cultivo y la creación de nuevos poblados. La competencia violenta entre comunidades por la tierra ocasiona inevitablemente cambios profundos en la sociedad castreña. El guerrero en cuanto a que asume riesgos, lucha por la comunidad, exige unas contrapartidas que llevan a la diferenciación social y de género y a la acumulación de poder en pocas manos. Entre los guerreros surge la figura de un reyezuelo rodeado de símbolos de poder: el torque de oro y el puñal de antenas. Pero no se olvida totalmente el bronce. En el puñal de antenas depositado en el Museo Arqueológico de Santa Trega podemos ver que tiene una empuñadura de bronce preparada para enmangar una hoja de hierro. Resulta ilustrativo comprobar como estos dos metales conviven para dar lugar al auténtico símbolo de poder de la Cultura Castreña. ¿Y nosotros? ¿Continuaremos apostando por la construcción? |