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Sabemos muy poco de la gastronomía castreña, los textos que hablan de alimentación en la Edad del Hierro proceden de autores romanos que trataban de contraponer las formas de vida civilizadas del mundo romano con las propias de las sociedades bárbaras.
Los textos clásicos muestran la importancia cultural que presenta la comida y el ritual asociado a ésta. Existen datos dentro del registro arqueológico que permiten acercarnos a los tipos de alimentación de las poblaciones castreñas, por un lado, la información paleobotánica y por otro el ajuar cerámico.
Dentro del registro fósil del mundo castreño se han documentado el consumo de trigo, mijo, guisantes, habas, cebada y avena, asociados a este tipo de cultivos, aparecen elementos constructivos o contenedores cerámicos orientados al almacenaje.
Los depósitos de huesos en los castros revelan la presencia de especies domesticadas como vacas, ovejas y caballos y otras salvajes como el conejo o jabalí. Dentro del apartado de alimentación podemos incluir los productos del mar, que en las zonas costeras serían un recurso importante para la subsistencia del grupo. Estos alimentos se introducen en el ámbito doméstico donde el arte de comer juega un papel fundamental para reforzar los lazos sociales.
Dentro del ajuar cerámico del mundo castreño no se puede establecer una distinción entre cerámica de cocina y de mesa, aunque sí entre cerámica de cocina y aquella usada para el almacenaje o la producción de alimentos como pueden ser los hornos de pan o las queseras. Es significativa la ausencia casi total de vasos y jarras, exceptuando la jarra tipo Toralla empleada posiblemente para el consumo de bebidas alcohólicas en rituales de agregación grupal.
Dentro de las cerámicas usadas para el almacenaje destacan algunos contenedores de gran tamaño profusamente decorados. En este sentido es curioso que el ajuar cerámico utilizado en los banquetes, actividad en la que se reafirma la pertenencia al grupo y el almacenaje aparezca decorado. Es probable que la decoración, además de un aspecto estético, contuviese algún tipo de código desconocido.
La ausencia de platos, vasos y cubiertos nos hacen pensar en que este tipo de piezas se realizasen en madera, o bien, que el consumo de alimentos se realizase directamente desde las ollas, muy abundantes en la Cultura Castreña.
A partir del siglo II a.C el ajuar doméstico sí que parece mostrar cambios en las relaciones sociales, tanto dentro de la comunidad como de la familia. Los materiales de importación son atesorados por las élites locales. En algunos yacimientos como Castrolandín, la mayor parte de las ánforas se acumula en un único espacio dedicado al almacenaje. En este sentido, hay que indicar que la mayoría de las ánforas aparecidas en este castro son vinarias. Este aspecto aunque puede parecer anecdótico, simboliza el proceso de aculturación que el mundo romano está ejerciendo sobre las comunidades del Noroeste. No olvidemos que la dieta castreña es presentada por los historiadores clásicos como propia de pueblos bárbaros. |